El Sínodo de los jóvenes
Escuchar. Lo que más he hecho en el Sínodo ha sido escuchar. No tenía ni voz, ni voto, con lo que no me tuve que esforzar en preparar una intervención muy original, ni deslumbrante, ni que supusiera la solución de todos los problemas de la Iglesia y de los jóvenes. Porque de eso iba el Sínodo: de los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Y con cualquiera que hables de ese tema te reconocerá que tenemos un problema en la Iglesia para llegar a los jóvenes. Todo el mundo tiene palabras para explicar lo que pasa y porqué no “funciona”, muchas palabras y pocas soluciones. ¿Qué nos pasa con los jóvenes?
Unos jóvenes que en la preparación del Sínodo le pedían a la Iglesia que les escuchara, que les parecía que ellos apenas contaban y que necesitaban sentirse partícipes, que tenían mucho que decir. Y hablaron, vaya si hablaron.
No fueron los únicos en hablar. También los padres sinodales hablaron. Porque la Iglesia también tiene algo que decir a los jóvenes. Los padres sinodales querían que los jóvenes también les escucharan. Que no es que se hablen lenguajes distintos, aunque a veces cueste entenderse, sino que ser escuchado es una necesidad de todos.
Pero no es que los jóvenes tengan que escuchar a la Iglesia, porque de hecho ellos ya son Iglesia. Ni tampoco que los obispos tengan que escuchar a los jóvenes, porque ya saben lo que los jóvenes les dicen. Ni siquiera que el Papa tenga que escuchar a los obispos y los obispos al Papa, porque también es algo que ya se hace. Entonces, ¿de qué ha ido el Sínodo? De escuchar, claramente. Porque el Sínodo consiste, sobre todo, en escuchar lo que Dios quiere decir a través del Espíritu. Si un Sínodo no busca escuchar a Dios, es un fracaso absoluto. Esa es la gran lección, escuchar a Dios, que siempre tiene una Palabra que decirnos.
Para ayudar a la Iglesia a escuchar la voz del Señor, conviene que cada uno, todos los que somos Iglesia, hagamos silencio. Y en el silencio podremos escuchar la Palabra de Dios. Que sólo tiene una cosa que decirnos, pero que es una eterna novedad: Jesucristo. Hagamos como los discípulos de Emaús, que mientras recorrían juntos un camino, cuando hicieron silencio, consiguieron escucharle. Escuchémosle todos. De eso va el Sínodo. De eso va la vida, porque en ello nos va la vida, escuchar al que es Camino, Verdad y Vida. Escuchar a Jesucristo, palabra eterna del Padre.
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